jueves, 21 de julio de 2011

El "inconsciente colectivo" y el abandono de la verdad


En uno de sus últimos ensayos, aún no publicado, titulado “El rechazo del
Hic. Reflexiones sobre el fiasco de la comunión de C. G. Jung", Wolfgang Giegerich escribe:

Si Jung hubiese continuado… como Freud, que no tenía interés en algo tal como el alma y su verdad, sino que estaba satisfecho con estudiar positivistamente (con un enfoque positivista) el funcionamiento del aparato psíquico, todo habría estado bien. Pero Jung quería, Jung necesitaba la “verdad”, a pesar de haber abandonado la base para la verdad voluntariamente y a sabiendas. Y así, después de haber desterrado de la vida real el sine qua non de la verdad, la participación del sujeto en la comunidad de sujetos, sumergió esta misma condición previa de la verdad (el aspecto comunal, el consensos gentium, o lo que él había llamado… “la fe de mi padre y de todos los demás” y “la fe general”, lo que Hegel un siglo y medio antes había llamado “la fe del mundo”) profundamente en “lo inconsciente” como “el inconsciente colectivo

Una comunidad sólo por nombre o declaración.


Este es el resumen del desarrollo inteligente del artículo, que claramente muestra la diferencia entre una verdad del alma (algo en sí mismo espiritual, lógico, y no sólo positivo-factual: la presencia objetiva y lógica -y no subjetiva emocional- del misterio) y las "experiencias vividas" que ávidamente busca el ego moderno, acontecimientos espectaculares y "subidones" para su autoafirmación y auto-edificación.


Como aclara al final del artículo, que versa sobre "la naturaleza comunal del alma", un sujeto existe sólo por virtud de una comunidad de sujetos. Sin ser reconocido lógicamente por otro sujeto, no hay sujeto en absoluto. El sujeto no es, como lo es un organismo viviente, una entidad que tenga una existencia propia. No es un hecho de la naturaleza. No hay primero un sujeto que luego sea también, o no sea, reconocido por otros e integrado en su comunidad. No, el reconocimiento mutuo -un acto psico-lógico- es la originación de la subjetividad. La subjetividad es contra naturam, al existir sólo en la esfera del Espíritu, de la mente, y por ello la idea de un sujeto aislado, atómico, es una contradicción en los términos. El sujeto requiere otro sujetos para llegar a ser; requiere el lenguaje, que es fundamentalmente comunal. La verdad y el alma existen una mutualidad de sujetos. No hay una cosa tal como un alma sin una comunidad. Al igual que el sujeto, tampoco el alma es algo natural, ontológico. Tiene que ser "hecha". Sólo llega a ser en un contexto social, cultural, lingüístico. Un embrión puede tener una psique, pero no tiene un alma.


Es en este sentido que ya Hegel había escrito, en el Prólogo a su Fenomenología del Espíritu:


Por lo que respecta a la filosofía en el sentido propio de la palabra, vemos cómo la revelación inmediata de lo divino y el sano sentido común -que no se esfuerzan por cultivarse ni se cultivan en otros campos del saber ni en la verdadera filosofía- se consideran de un modo inmediato como un equivalente perfecto y un buen sustituto de aquel largo camino de la cultura, de aquel movimiento tan rico como profundo por el cualel espíritu arriba al saber, algo así como se dice que la achicoria es un buen sustituto del café. No resulta agradable ver cómo la ignorancia y hasta la misma tosquedad informe y sin gusto, incapaz de retener su pensamiento sobre una proposición abstracta, y menos aun sobre el entronque de varias, asegura ser ora la libertad y la tolerancia del pensamiento, ora la genialidad. Como es sabido, ésta hizo en otro tiempo tantos estragos en la poesía como ahora hace en la filosofía; pero, en vez de crear poesía, esta “genialidad”, cuando sus productos tenían algún sentido, producía una prosa trivial o, en los casos en que se remontaba por encima de ésta, discursos demenciales. Lo mismo ocurre ahora con el filosofar natural, que se reputa demasiado bueno para el concepto y que mediante la ausencia de éste, se considera como un pensamiento intuitivo y poético y lleva al mercado las arbitrarias combinaciones de una imaginación que no ha hecho más que desorganizarse al pasar por el pensamiento, productos que no son ni carne ni pescado, ni poesía ni filosofía.

Y, a la inversa, cuando discurre por el tranquilo cauce del sano sentido común, el filosofar natural produce, en el mejor de los casos, una retórica de verdades triviales. Y cuando se le echa en cara la insignificancia de estos resultados, nos asegura que el sentido y el contenido de ellos se hallan en “su corazón” y debieran hallarse también en el corazón de los demás, creyendo pronunciar algo inapelable al hablar de “la inocencia del corazón”, de la pureza de la conciencia y de otras cosas por el estilo, como sí contra ellas no hubiera nada que objetar ni nada que exigir. Pero lo importante no es dejar lo mejor recatado en el fondo del corazón, sino sacarlo de ese pozo y llevarlo a la luz del día. Hace ya largo tiempo que podían haberse ahorrado los esfuerzos de producir verdades últimas de esta clase, pues pueden encontrarse desde hace muchísimo tiempo en el catecismo, en los proverbios populares, etc. No resulta difícil captar tales verdades en lo que tienen de indeterminado o de torcido y, con frecuencia, revelar a su propia conciencia cabalmente las verdades opuestas. Y cuando esta conciencia trata de salir del embrollo en que se la ha metido, es para caer en un embrollo nuevo, diciendo tal vez que las cosas son, tal como está establecido, de tal o cual modo y que todo lo demás es puro sofisma; tópico éste a que suele recurrir el buen sentido en contra de la razón cultivada, a la manera como la ignorancia filosófica caracteriza de una vez por todas a la filosofía con el nombre de sueños de visionarios. El buen sentido apela al sentimiento, su oráculo interior, rompiendo con cuantos no coinciden con él; no tiene más remedio que declarar que no tiene ya nada más que decir a quien no encuentre y sienta en sí mismo lo que encuentra y siente él: en otras palabras, pisotea la raíz de la humanidad. Pues la naturaleza de ésta reside en tender apremiantemente hacia el acuerdo con los otros y su existencia se halla solamente en la comunidad de las conciencias llevada a cabo. Y lo antihumano, lo animal, consiste en querer mantenerse en el terreno del sentimiento y comunicarse solamente por medio de éste.”

El alma entendida como "la comunidad de conciencias llevada a cabo". Nada natural, nada "entitativo", pero no por ello "nada en absoluto".

viernes, 15 de julio de 2011

Lo inconsciente: ¿descubrimiento o invención?


¿Es legítimo hablar de "lo inconsciente" como "una región", una "dimensión", un "ámbito" psíquico, un "fenomeno natural" equivalente a un continente geográfico, sólo que situado "adentro"? Con frecuencia se habla de Freud como el descubridor del inconsciente, en analogía con Colón descubriendo América. Y es de sobras conocida la obra de Ellenberger, "El Descubrimiento del Inconsciente".
Sin embargo aquí opera un error categorial: mientras que América es un continente situado geográficamente (accesible empíricamente, positivamente) y determinado por una serie de referencias verificables, como latitud y longitud, y es por tanto un fenómeno "natural", "lo inconsciente" es una hipótesis cultural que pertenece de lleno al ámbito noético, al reino del logos, o para decirlo más brevemente, es una creación de la mente humana. No es naturaleza en el sentido de una positividad localizable y observable y mensurable, sino que en cierto sentido "no existe" salvo en el plano lógico, y sólo podría postularse su "existencia" como una hipóstasis, como una sustancialización metafísica, al estilo de una hipóstasis plotiniana, una postulación (y por tanto pro-puesta: puesta por el entendimiento) metafísica. Es, en todo caso, una obra "contra-natural", una creación teorética. Como tal sólo puede tener existencia como hipótesis (una tesis) teórica o como vida lógica (negatividad, no-existencia). De hecho, como ya decía W. Giegerich en su artículo de 1999, "El futuro de la psicología", incluído en el vol. IV de sus “Ensayos Reunidos en Inglés: El Alma Piensa Siempre":

“'lo inconsciente' no es algo que existiese desde tiempos inmemoriales tal que ocurriera que fuese descubierto en el s. XIX (al igual que América, que existía desde siempre pero fue conocida por los europeos a través de Colón). No, el así llamado 'descubrimiento' de lo inconsciente es el reflejo o el síntoma de la exclusión del mito, el ritual, la religión y la metafísica del conocimiento público y vinculante del hombre, una exclusión que ocurrió en el siglo XIX. 'Lo inconsciente' son bienes culturales sumergidos, un 'lugar final de deshechos' religioso-metafísicos. Y es por tanto sin futuro”


martes, 12 de julio de 2011

Psicología y antropocentrismo (ego-psicología)

Esta nota, titulada: “La psicología y la pregunta por el ser humano”, la escribí para el blog del Centro en septiembre de 2008. En ella se dice lo siguiente:


En su “Carta sobre el humanismoHeidegger advertía el error de quienes confundían su pensamiento con un existencialismo, o con un enfoque sobre "el hombre” o un “humanismo” al uso. Pocas veces ha habido un pensador que, como Heidegger, rechazara tan tajantemente todo enfoque “antropológico” u “antropocéntrico”, y en la obra citada escribió:

“Desde la perspectiva de una determinación esencial del hombre, da igual cómo definamos laratio del animal y la razón del ser vivo, bien sea como «facultad de los principios», como «facultad de las categorías» o de cualquier otro modo, pues, en cualquier caso, siempre y en cada ocasión, nos encontraremos con que la esencia de la razón se funda en el hecho de que para toda aprehensión de lo ente en su ser, el ser mismo se halla ya siempre aclarado como aquello que acontece en su verdad. Del mismo modo, con el término «animal», zóon, ya se plantea una interpretación de la «vida» que necesariamente reposa sobre una interpretación de lo ente como zoé y physis dentro de la que aparece lo vivo. Pero, aparte de esto, lo que finalmente nos queda por preguntar por encima de todo es si acaso la esencia del hombre reside de una manera inicial que decide todo por anticipado en la dimensión de laanimalitas. ¿De verdad estamos en el buen camino para llegar a la esencia del hombre cuando y mientras lo definimos como un ser vivo entre otros, diferente de las plantas, los animales y dios? Sin duda, se puede proceder así, se puede disponer de ese modo al hombre dentro de lo ente entendiéndolo como un ente en medio de los otros. De esta suerte, siempre se podrán afirmar cosas correctas sobre el ser humano. Pero también debe quedarnos muy claro que, procediendo así, el hombre queda definitivamente relegado al ámbito esencial de laanimalitas, aun cuando no lo pongamos al mismo nivel que el animal, sino que le concedamos una diferencia específica. Porque, en principio, siempre se piensa en el homo animalis, por mucho que se ponga al animal a modo de animus sive mens (alma o mente) y en consecuencia como sujeto, como persona, como espíritu. Esta manera de poner es, sin duda, la propia de la metafísica. Pero, con ello, la esencia del hombre recibe una consideración bien menguada, y no es pensada en su origen, un origen esencial que sigue siendo siempre el futuro esencial para la humanidad histórica. La metafísica piensa al hombre a partir de laanimalitas y no lo piensa en función de su humanitas

…El cuerpo del hombre es algo esencialmente distinto de un organismo animal. La confusión del biologismo no se supera por añadirle a la parte corporal del hombre el alma, al alma el espíritu, y al espíritu lo existencial y, además, predicar más alto que nunca la elevada estima en que se debe tener al espíritu, si después se vuelve a caer en la vivencia de la vida, advirtiendo y asegurando que los rígidos conceptos del pensar destruyen la corriente de la vida y que el pensar del ser desfigura la existencia. Que la fisiología y la química fisiológica puedan investigar al ser humano en su calidad de organismo, desde la perspectiva de las ciencias naturales, no prueba en modo alguno que en eso «orgánico», es decir, en el cuerpo científicamente explicado, resida la esencia del hombre. Esa opinión tiene tan poco valor como la que sostiene que la esencia de la naturaleza está encerrada en la energía atómica. Después de todo, bien podría ser que la naturaleza ocultase su esencia precisamente en la cara que presenta al dominio técnico del hombre. Así como la esencia del hombre no consiste en ser un organismo animal, así tampoco esa insuficiente definición esencial del hombre se puede desechar o remediar con el argumento de que el hombre está dotado de un alma inmortal o una facultad de raciocinio o del carácter de persona. En todos los casos estamos pasando por encima de la esencia, basándonos precisamente en el fundamento del propio proyecto metafísico.”

Lo que sugiere Heidegger -y que pone en cuestión toda la tradición occidental condensada en esa tan obvia “verdad” del sentido común de que “el hombre es el animal racional”- es una visión instrumentalizadora, niveladora, que finalmente remite a considerar todo ente -incluido el ser humano- como material de reserva, recurso disponible o existencia (en el sentido en que en una fábrica o en un almacén puede decirse que “se han agotado las existencias”)

El supuesto de que el ser humano sea un animal con una propiedad específica (la ratio, la mente, el intelecto, el alma o el espíritu) implica ya un enfoque encerrado entre esos dos aparentes extremos: animalidad (instinto, vitalidad, pasión, etc.) y espíritu (voluntad, intelecto, razón, aspiración, etc.)
Curiosamente -o en verdad no, no en absoluto- la psicología actual (y toda psicología hasta ahora conocida) da por supuesto este enfoque, por lo cual se ve ineludiblemente remitida a una base biológica, empírica, positiva y positivista. El psicoanálisis freudiano insistió en el “lecho de roca del instinto biológico” como soporte, sustrato y base fundamental de la vida psíquica. En la psicología analítica, y a pesar de los incontables veces en que Jung insistió que el hombre está en el alma y no al revés, la jerga del instinto sigue presente, y con ello el inevitable enfoque “positivista". Si se aceptan en psicología presupuestos biológicos (tales como “la fuerza de la vida” -y habría que aclarar qué se entiende por “vida” aquí-, la “energía vital”, los instintos, las “necesidades vitales”, etc. ) entonces se hace de la psicología una “ciencia natural”, por mucho que se hable de “interioridad”, de “conciencia” y de “significados”. En efecto, su “interioridad” sigue siendo tan positiva y natural como la supuesta “exterioridad” del mundo físico. Y su conciencia y sus significados siguen siendo, por ello, necesidades vitales, energéticas y/o, en última instancia, biológicos. Es así que la psicología profunda se encuentra determinada por Nietzsche y su noción de “vida”, siendo una inadvertida expresión de nihilismo.

¿Qué espacio queda en esta psicología para un logos de la psique? El logos es la aspiración a la verdad o, mejor aún, el lugar de la verdad. Pero la psicología profunda hace caso omiso de la verdad. No es de extrañar que su lenguaje esté lleno de referencias extra-psicológicas, no sólo a los “instintos” y “pulsiones”, sino también a clasificaciones tales como “varones” y “mujeres”, que hacen también de la psicología una prolongación de la sociología, no sólo de la biología. Y con serias implicaciones ideológicas: una psicología biologista, sexista y que no pone en cuestión (psicológicamente) lo que sea “la realidad”... ¿es una psicología que pueda atender allogos de la psique?

Esto conduce inevitablemente a una psicología sin alma (en tanto que realmente diversa de toda biología) y sin logos (en tanto que libre de toda jerga socio-político-ideológica como “género”, “clase” y afines). En contra de tal preconcepción del hombre como “animal racional”,Wolfgang Giegerich argumenta que, si bien parece sensato considerar a los animales como seres naturales, como organismos biológicos que viven en su entorno, es del todo insuficiente-tal como apuntaba Heidegger- comprender al hombre análogamente como un organismo biológico más una conciencia y una mente pensante y reflexiva adicional, de lo cual carecerían los demás animales. La conciencia no es meramente una adición por encima de una naturaleza biológica. Al contrario, el hombre es el resultado de una revolución lógica, y por tanto, es un“mundo invertido”. El hombre es alma o mente (mentalización) y tiene su cuerpo como un momento siempre ya alienado, superado, integrado y contenido dentro de la conciencia. Para el ser humano todo comienza con concepciones, con ideas. Incluso el dolor que siento, sea de una herida o de alguna enfermedad física, surge como un evento psíquico conectado con ideas. Esto ya lo vio James Hillman con meridiana claridad, por lo que pudo afirmar que el cuerpo es una ciudadela de metáforas del alma. También por ello el hombre, hablando estrictamente, no viveen un entorno, sino que ya y siempre tiene su entorno como un contenido reflejado y reflexivo en la conciencia, de tal modo que el hombre es un ser mentalmente (lógicamente) orientado. Es, en cierto sentido y de manera primordial, mente (logos). Pero esta mente es ya su propia auto-división, desplegándose en opuestos. Así como el “yo” es la dualidad del “yo” que reflexiona y el “yo” sobre el cual se reflexiona, de igual modo la mente se divide a sí misma en sí misma en sujeto y objeto, pensamiento y ser, yo y mundo, interior y exterior -dentro de sí misma, es decir: sin perder por ello completamente su unidad consigo misma. Existe en tanto que esta dualidad comprensiva. En este sentido, “el alma” o “el proceso anímico” es fundamentalmente cultural. En tanto que proceso cultural , como opus magnum, no acaece sin nosotros, los humanos (como sí ocurre con los procesos naturales), y es sólo un lado de la mente, siendo su otro lado la conciencia humana.

Puesto que el opus magnum no es un proceso en el sentido físico de la naturaleza (como el tiempo o los terremotos) sino un proceso del alma o cultural (naturaleza en el sentido de la alquimia), requiere por sí mismo ser hecho verdad (del mismo modo que, contrariamente, el alma subjetiva necesita expresarse, articularse y exhibirse). No le basta simplemente ser, sino que necesita ser reconocido, volver a casa a la conciencia (es decir, a sí mismo). Si no se hace verdad, el proceso mismo deviene “desalmado”, “muerto”. Sólo el alma puede ser desalmada, así como sólo los seres vivientes pueden morir. Y sin hallar su verdad en el proceso objetivo, la conciencia deviene estéril y formalista, o meramente sentimental, también. Cada lado (mente subjetiva y alma objetiva) es por sí solo fundamentalmente incompleto.

El proceso mismo, por tanto, no es independiente de nuestro entendimiento, así como nuestra conciencia no es independiente del proceso objetivo. Dependencia mutua, auto-relación como relación con el otro de uno mismo (o de sí mismo). El alma no es una cosa (y por tanto no espositivamente, no es hecho empírico, no es cosa alguna, sino negatividad), sino que esrelación, es (lógicamente) relacional. Relación significa: cada lado es sí mismo y a la vez la relación entera. No hay primeramente dos entidades separadas, autosuficientes, a las que, aparte de su ser, les ocurre que se conectan o entran en relación la una con la otra. Además esta relación es lingüística: tiene carácter de diálogo (dia-logos), de conversación, una estructura de pregunta y respuesta. (Así Jung pudo decir: la vida tiene una pregunta para mí...).

Esto también significa que, debido a su carácter de relación, cada lado del ouroboros tiene su alma en otro: el alma subjetiva tiene su alma en el proceso objetivo, el proceso objetivo tienesu alma en nuestra conciencia. Están entrelezados y entrecruzados. Aunque ambos son alma, sin embargo no tienen su alma en sí sino en el otro, necesitan obtenerla del otro para volverse completos, cabales. Al igual que la gente, donde cada cual se encuentra a sí mismo al ser visto y reconocido por otra persona, y tal como un bebé que, para desarrollarse plenamente como ser humano, necesita la experiencia de ser importante para su madre.

Estos y otros temas se han tratado seminario “La vida lógica del alma. Psicología analítica y dialéctica”

sábado, 9 de julio de 2011

PRÁCTICA NOCIONAL (Noción = Concepto = Idea)


Práctica nocional


Introducida por Mogenson (1) la expresión “práctica nocional” se refiere a una posición metodológica que acentúa el carácter fundamentalmente sublado (superado, sobrepasado) de todos los fenómenos psíquicos y junto con esto la naturaleza fundamentalmente especulativa de su praxis.


Al mantenerse a la altura del reconocimiento de Jung de que nuestra disciplina no posee un punto de Arquímedes de perspectiva fuera de la psique que pudiera proporcionarle una base objetiva de operaciones, una psicología verdaderamente psicológica se vuelve dentro, es decir, hacia las profundidades de su propia noción, la noción de “alma”, tal como lo hace la Ley con respecto a su noción, “Justicia”, y la Filosofía respecto a su noción, “Verdad”


Es cuestión de crítica inmanente y de despliegue especulativo. Así como San Pablo hablaba de “probar a los espíritus para determinar si son de Dios” (1 Juan 4:1,2), la práctica nocional involucra la puesta a prueba de los fenómenos que se han vuelto tópicos para la consciencia, para ver si están de acuerdo con el concepto como el cual existen. O, en caso de que haya discrepancias que se hacen evidentes, implica discernir si estas discrepancias, contradicciones o síntomas reflejan una dimensión previamente insondable del concepto tal que ahora es necesaria una redefinición de ese concepto o noción.


Dos citas -una de Jung y otra de Giegerich- son especialmente pertinentes al concepto de práctica nocional.


“No debemos olvidar que en cualquier discusión psicológica no estamos diciendo nada acerca de la psique, sino que la psique habla siempre acerca de sí misma”. C. G. Jung, OC,9 i: 483


“… el alma de una teoría es la Noción o el Concepto cuyo despliegue es la teoría. La teoría psicológica es un caso singular. La psicológica es la única disciplina en la que el alma dadora de vida de la teoría es la Noción de alma y en la que aquello de lo cual es noción no es sino Noción. Porque el alma es Noción. No es la noción de un “factor” o un “hecho” llamado “alma”. El alma no existe (ahí afuera en la “realidad”), no es una entidad, nada ontológico. Es sólo (¿sólo?) lógica, “nada más que” una Noción, una idea, una palabra (pero palabra no meramente como flatus vocis). La palabra alma no es un significante que tenga un significado. No se refiere a nada fuera de sí misma, sólo a la noción o pensamiento que mienta dentro de sí misma o postula en y a través de sí misma”. W. Giegerich, The Soul’s Logical Life: Towards a Rigorous Notion of Psychology (Framkfurt am Main: Peter Lang GmbH, 1998), p. 90


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(1) Greg Mogenson, “The Place of Interpretation: Absolute Interiority and the Subject of Psychology”, Spring 77, pp. 66-70.