lunes, 31 de enero de 2005

El peregrinaje a La Meca, por Mario Satz

Acabo de incluir en la sección de artículos de la página del Centro un nuevo artículo de Mario Satz, "El peregrinaje a La Meca", en el cual, entre otras cosas, puede leerse:

"Attar, farmacéutico, poeta y peregrino persa del siglo XIII, veló su viaje a La Meca en este magnífico poema alegórico que reproduce, por debajo de sus espléndidas y redundantes analogías y tropos, el sentimiento del peregrino, quien tan pronto se halla entre treinta como cincuenta o mil viajeros, y al que el sol de la proximidad con lo sagrado le aniquila el ego para devolverlo a la luz inmarcesible del Yo. Esa experiencia, empero, no pertenece al orden temporal, por más que el viaje se realice en tal o cual año de la vida del peregrino. El rey de los pájaros o Simurg espera de siempre hasta siempre a que se lo descubra. Y la identidad divina es una suerte espejo vacío, un espejo sin límites dicen los sufíes. La mención del polvo de carbón, fehm, indica, según hemos visto, que el negro de la túnica que cubre la Kaaba alude a la sabiduría, pero también señala que la prueba iniciática por la que ha de pasar el peregrino es una aventura de fuego, un paseo por las llamas de la voluntad. Attar mismo escribió: ´´El verdadero peregrino convierte el espacio en fijeza´´, es decir que logra extraer de él su eje, su esencia. Y el murciano Ibn Arabí anotó: ´´Waqif es el que se para y alude al buscador en el momento en que alcanza su objetivo, tanto si permanece en contemplación como si regresa al mundo.´´ Ante la piedra negra, entonces, el corazón peregrino experimenta una extra sístole, un salto cuántico semejante al vivido por el viajero cristiano ante el Santo Sepulcro o la catedral de Santiago de Compostela. Allí se hace cierto este juicio de Ibn Arabí: ´´El tiempo es una espada afilada; si no la cortas te corta ella a tí.´´ Si jamás emprendemos un camino que los resuma todos, de nada habrán valido nuestros muchos viajes. En todas las tradiciones espirituales se nos dice que hay que emplear el tiempo para caminar hacia lo eterno. Suele suceder que, una vez llegados a orillas del río inmortal, el tiempo mismo es visto como inagotable, y las generaciones humanas como plumas de ese pájaro maravilloso que es el Creador, del que somos su cuerpo si y El es nuestro vuelo. Somos sus ojos si El es nuestra mirada"

sábado, 29 de enero de 2005

Ensayos sobre iconografía del Tarot por Andrea Vitali

Graduado en estudios clásicos en la Universidad de Boloña, Andrea Vitali fundó en 1986 la Asociación Cultural llamada "Le Tarot", formada por profesores universitarios y expertos en disciplinas históricas y científicas. Como Presidente de la Asociación, se hizo cargo y organizó personalmente los proyectos de las exposiciones más importantes llevadas a cabo en Italia acerca del universo simbólico del Tarot (en Ferrara, Roma, Turín, Boloña y Catania). A estas exposiciones contribuyeron varios museos importantes del mundo, como el Metropolitan Museum of Arte -New York-, la National Gallery of Art -Washington-, el Graphische Sammlung Alvertina -Viena-, la Galleria degli Uffizi -Florencia- y muchas otras instituciones internacionales.
Como inconlogista y medievalista, Andrea Vitali ha publicado varios ensayos sobe la simbología y la iconografía alegórica del Tarot Renacentista, publicados en los catálogos de las exposiciones: "Tarots. Cartas en la Corte: diversión y magia en la corte de los Estensi" (Ferrara 1987) y "Tarot: arte y magia" (Boloña 1994). Otros ensayos y contribuciones científicas que ha escrito se han publicado por Edizioni Electa,Il Meneghello y Le Tarot
Es un honor contar con su autorización & apoyo fin de traducir y publicar sus Ensayos sobre la Iconografía del Tarot en la página del Centro.

donde ya pueden consultarse su Ensayo sobre El Colgado y su Ensayo sobre El Loco
,
el cual muy pronto será seguido por sus Ensayos sobre la iconografía de La Templanza, La Torre, La Estrella, La Luna, El Sol & El Mundo.

Estos Ensayos son imprescindibles para ubicar el tarot en la adecuada perspectiva histórica del Renacimiento Italiano, que es donde tuvo su orígen y adonde remite el significado de las láminas, y para intentar comprenderlo en sus propios términos, más allá de las ulteriores "interpretaciones ocultas"

viernes, 21 de enero de 2005

La astrología de Marsilio Ficino: ¿ciencia o magia?, por Angela Voss



Acabo de traducir el excelente artículo de Angela Voss: "La astrología de Marsilio Ficino: ¿ciencia o magia?", en el cual, entre muchas otras cosas, comenta:

"En la revelación de Hermes su maestro Poimandres narra un mito de creación de la Caída del Hombre en tanto se une con los poderes de la Naturaleza. Empleando la metáfora de un cosmos simbólico, aprendemos cómo el Hombre es creado por la Mente suprema o “nous”, y recibe las cualidades de los siete planetas, que gobiernan su destino en la tierra. Pero el Hombre, que comparte la esencia de la Mente, también participa de su absoluta libertad, y desea “liberarse de la circunferencia de las esferas” y llegar a conocer a su Hacedor. En otras palabras, tan pronto como desea vencer el destino, puede hacerlo dándose cuenta y actuando desde la parte inmortal de su alma. Todos los hombres están gobernados por el Destino, dice Poimandres, pero aquellos conducidos por Nous (la Mente divina), no sufren como los demás. El hombre es un dios, sólo tiene que reconocerlo, y este mismo reconocimiento puede cambiar su relación con el destino. Este mensaje peligroso pero gozoso sería la clave para la transformación de la astrología por parte de Ficino.

De modo que cuando Ficino habla del conocimiento adivinatorio como “un don del alma” podemos ver la semejanza con la sugerencia de Hermes de que la adivinación misma es un modo de participación en el nous, de conocer como Dios conoce. Mediante “sueños y señales” tales como “aves, entrañas, inspiración y el roble sagrado” las prácticas adivinatorias parecían proporcionar un modo de saber que es a la vez temporal, en tanto el hombre observa un acontecimiento en el tiempo, y eterno, en tanto su “facultad de percepción” trasciende el tiempo y el espacio. En el momento adivinatorio estos dos órdenes parecen alinearse en tanto el acontecimiento físico coincide con una visión que es profundamente significativa para esa persona, en ese momento, permitiéndole “ver” en un nivel que trasciende y por ello une las categorías subjetivas y objetivas de la experiencia. Para Ficino el cultivo de esta aprehensión unificadora es la suprema tarea de la humanidad, que está ubicada de manera única como intermediaria entre las cosas temporales y eternas, y por ello “está tan cerca de dios que insinuándose en los secretos de la mente divina conoce esta obra de Dios, es decir el orden del universo”

Quisiera explorar más la importancia de este modo de percepción, que Ficino expresaba en términos de una unión de Mente y Alma, puesto que es un modo que me parece totalmente ausente de los procesos conceptuales de ideas que rigen al racionalismo post Ilustración. La capacidad de ver pasado, presente y futuro como “uno” puede comprenderse ahora como el resultado de una convergencia de dos realidades diferentes, cada una con sus propias leyes. La experiencia es de suspensión del tiempo linear, cuyo movimiento se describe ahora más fielmente como circular. Como Hermes le cuenta a Asclepius, “Esta es la eternidad, entonces, que no puede comenzar a ser ni cesar de ser, que gira y gira en movimiento sempiterno bajo las leyes fijas e inmodificables de su ciclo, con sus partes que ascienden y descienden una y otra vez de modo que a medida que cambia el tiempo las mismas partes que se habían puesto vuelven a ascender”. Ahora, refiriéndonos específicamente a la astrología, este modo de percepción no considerará a las estrellas y planetas como agentes causales, sino más bien como símbolos que reflejan de vuelta en el alma humana su inextricable correspondencia con el cosmos, en tanto que el significado de la intuición astrológica no puede determinarse por la configuración física sino que dependerá de la capacidad, y deseo, del individuo de “sintonizar”. Ficino lo describe como incorpóreo, añadiendo “si uno presta atención a este significado, lo que uno comprende es el pensamiento de Dios que habla”.

Puedes consultar el artículo en su integridad en:
Artículo de Angela Voss

También te recuerdo que el miércoles 2 de febrero a las 20:30 horas daré una conferencia para todo público titulada: "¿Por qué una astrología 'imaginal'?" que servirá de apertura a un curso de Introducción a la Astrología inspirado en la visión de Ficino.

Enrique

viernes, 7 de enero de 2005

Marsilio Ficino: Meditaciones sobre el alma

Traducción de Enrique Eskenazi de la Introducción a "Meditations on the Soul: Selected Letters of Marsilio Ficino", por Clement Salaman.



Pocos hoy leerían un libro de filosofía del siglo XV por algo más que un sentido del deber. Pero las cartas de Marsilio Ficino (1433-1499) de Florencia son una excepción. Están inspiradas filosóficamente por Platón, pero también tienen un atractivo inmediato porque conectan con lo que todos sabemos pero mayormente ignoramos: el conocimiento de nuestra propia alma. En muchas de estas cartas Ficino nos apremia directa o indirectamente a cultivar nuestra alma, un mensaje que en nuestro propio tiempo ha sido retomado con gran elocuencia y poder por Thomas Moore (especialmente en su libro "Care of the Soul"). En el sentido de Moore estás cartas son "animadas" (soulful). Nos invitan a volver a considerar aquellas áreas de nuestras vidas que hemos descuidado o sobre las que tenemos puntos de vista rígidos. Sobre todo, nos aconsejan no perseguir los objetos de los sentidos por sí mismos. Ficino escribe (carta 19), "Sólo puedo considerarlo como el más insensato de los actos, el que mucha gente con gran diligencia alimenta a una bestia, es decir, su cuerpo, un animal salvaje, cruel y peligroso; pero se permiten ellos mismos, es decir, el alma, en tanto tienen una, morir de inanición".
Sin embargo Ficino no es ningún asceta. No es un místico medieval que se aleje con disgusto del mundo. Llama nuestra atención a lo que es verdaderamente bueno y verdaderamente hermoso en el mundo y en nosotros mismos y nos invita a volvernos a ello. Sólo de este modo puede disfrutarse todo, sólo de este modo puede realmente alimentarse el alma. Escribe en la carta 2.34: "Qué vergüenza para los mortales, una y otra vez qué vergüenza, digo, por nada sino por esto: se deleitan en bienes mortales y al hacerlo ignoran el eterno bien mismo".
Ficino no dice que las cosas del mundo no deban disfrutarse, sino que no pueden disfrutarse verdaderamente sin estar referidas a un bien mayor, del cual son parte.
Lo que hace que las cartas de Ficino sean hoy relevantes es que da muchos ejemplos de las maneras en que pueden alimentarse nuestras almas -en situaciones que son tan comunes, usuales y difíciles como lo eran hace quinientos años. Aquí sólo pueden citarse unas pocas, pero hay varios ejemplos. En la carta 1.11 habla de encontrar tiempo para estar solo para la contemplación. Dice "quien desee conseguir a Dios que evite grandes números y movimientos tanto como pueda. Retirémonos por tanto, mi Gregorio, retirémonos en aquella única torre de guardia del alma donde, como dice Platón, la luz no vista brillará incesantemente sobre nosotros"
Hasta los golpes del dolor pueden volverse un ocasión para el cultivo del alma. En agosto de 1473 escribe a Gismondo della Stufa (carta 1.15):

"Si cada uno de nosotros, esencialmente, aquello que es lo mayor dentro nuestro, aquello lo que siempre permanece igual y por lo cual nos entendemos, entonces ciertamente el ama es el hombre mismo y el cuerpo no es sino su sombra. Cualquier desgraciado que esté tan engañado como para creer que la sombra del hombre es el hombre, como Narciso se disuelve en lágrimas. Sólo cesarás de sollozar, Gismondo, cuando dejes de buscar a tu Albiera degli Albizzi en su oscura sombra y comiences a seguirla mediante su propia clara luz"

La posesión consciente de talentos notables puede usarse para alimentar el alma -o para matarla de hambre. Esto depende si quien posee estos talentos los atribuye a su ego y a sus propios méritos, o si reconoce que vienen de arriba y son para servir a Dios. Después de alabar los dones extraordinarios de Lorenzo de Medici en una carta a él fechada el 21 de enero de 1474 (carta 1.26) Ficino continúa como sigue: "Querido amigo, digo que estas cualidades están en ti, pero no se originan de ti. Pues tales maravillas son sólo obra de Dios omnipotente. Hombre excelente, eres el instrumento de Dios, adecuado para realizar grandes obras... Por lo tanto continuarás realizando con éxito estas maravillosas obras, en tanto obedezcas al divino creador"
El dolor de ser insultado y agraviado también puede cambiarse para el bien del alma. Ficino explica en una carta a su amigo Giovanni Cavalcanti (carta 10) escrita en marzo de 1474:

"Dices que uno de tus parientes se sintió herido los otros días por los insultas de alguna gente insolente. El hombre que actúa injustamente, Giovanni, se hace injusticia a sí mismo; porque perturba el alma y le estampa a marca de una mala disposición. Es por esta conducta deshonrosa que sufre odio, peligro y desgracia. Aquél que acepta la ofensa, la recibe de sí mismo y no de quien le ofende. Pues el alma racional -que es el hombre mismo- no puede ser ofendida a menos que él considere que la injusticia es un mal para él: y esto depende de nuestro juicio. Por lo tanto, que ningún hombre culpe a otro, sino a sí mismo: pues ningún hombre puede ser ofendido sino por sí mismo, y que el que se queja piense cómo puede castigarse, esto es, mediante disciplina y corrección, en lugar de idear castigo para el ofensor.
¿No has visto a los niños patear a una piedra que se les ha arrojado, aunque no les haya golpeado? Aun cuando no han sido lastimados por la piedra, se hieren a sí mismos al patearla. Del mismo modo el imprudente, cuando el asno le da una coz, golpea al animal con su puño, o más bien se golpea a sí mismo. En verdad, es de sus propias opiniones de donde recibe tales heridas que, como pelotas, rebotan contra quien las arroja. Acaso dirás que es difícil no desear venganza. Pero no hay duda de que si los hombres perdonan Dios, que es el más justo, restablecerá el equilibrio un poco más tarde"

El cuidado de Ficino por las almas de la humanidad provenía de un profundo amor. La base de este amor era que veía a los demás en sí mismo. Dice que el amante forma en su corazón una imagen del amado. Al ver esta imagen el amado se reconoce en el amante, pero se purifica y transforma por ese mismo amor. De este radiante sí mismo se enamora. Así, la pareja se vuelven ambos amantes y amados. Pero este Yo radiante es divino. Está siempre presente, siempre pleno, siempre gozoso. De acuerdo con Ficino doquiera que haya dos amigos, Dios siempre es el tercero. Por ello la verdadera amistad siempre es divina. Pues la amistad no es sino el amor hecho firme y pronto. No es fácil ver límites en el amor o en la amistad de Ficino. En muchas de sus cartas se asegura de afirmar que el amigo a quien se dirige y él mismo son uno. La gran fuerza del amor es universal. Ficino dice en el segundo discurso de su "Comentario sobre El Banquete de Platón" (al que suele referirse como "De amore") que "la Divina Belleza (que es Dios) crea Amor en todo, esto es, deseo por Sí misma, porque si Dios atrae el mundo hacia Sí, y el mundo es atraído por El, hay una continua atracción, comenzando con Dios, yendo hacia al mundo y acabando al final en Dios, una atracción que regresa al mismo sitio de donde comenzó como si fuera una especie de círculo".
En otras palabras, todo el acontecimiento de la creación, tanto su comienzo como su fin, se mueve por amor. Por supuesto, es a través de este amor que se alimenta realmente el alma. Al alma, al reconocer su verdadera naturaleza, comienzan a salirle alas; como dice Ficino en la carta 35, comienza a volar de regreso a su verdadero hogar. Al fin se da cuenta de su naturaleza infinita, una transformación sublime que Ficino describe en las cartas 29 y 59. Esta transformación del Hombre en Dio es verdadero destino del Hombre. En la carta 12 Ficino escribe: "No fue para las cosas pequeñas sino para las grandes que Dios creó a los hombres quienes, conociendo las grandes, no se satisfacen con pequeñeces. En verdad, fue sólo para lo ilimitado que El creó a los hombres, que son los únicos seres sobre la tierra que han re-descubierto su naturaleza infinita que no están plenamente satisfechos por nada limitado, por grande que ello pueda ser". Aquí Ficino parece expresar el espíritu esencial del Renacimiento.

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lunes, 3 de enero de 2005

Una astrología hermética, por Darcy Woodall

Ante todo quiero agradecer a Darcy Woodall por haberme dado permiso para traducir y publicar en la sección de “Artículos de interés” de la página del Centro, su interesante estudio “Una astrología hermética. Del Renacimiento al comienzo de la Edad Moderna“



“ Así, si la ciencia en sus comienzos no socavó la práctica astrológica y, de hecho, la estimuló en muchos aspectos, ¿cuál fue la razón para la dramática defunción de la astrología? Para esta parte de la historia tenemos que volvernos al asunto del cristianismo y la astrología. “La batalla alrededor de la astrología tocaba todos los aspectos de la cultura” (Garin 1983, 5). Una de las consecuencias más dramáticas del renacimiento hermético fue la extraordinaria repercusión negativa religiosa y política generada por la rebelión protestante, y la contra-reforma lanzada por la Iglesia Católica. Desde el advenimiento del cristianismo antiguo, siempre había habido intensos debates entre los teólogos concernientes al papel de la astrología judiciaria, pero la Iglesia nunca había cuestionado la existencia de una causalidad celeste sobre el mundo natural: el único debate había sido respecto a la relevancia de la causalidad celestial en el alma humana. En tanto los astrólogos no desafiaron la doctrina cristiana que exaltaba la libertad moral de la voluntad humana (“el hombre sabio es el amo de las estrellas”), la astrología podía montarse a horcajadas de un cerco teológico y subsistir con diversos grados de aprobación tácita por parte de la Iglesia.

La Reforma protestante desató uno de los periodos más represivos en la historia cristiana. Dentro de uno cien años después de que Martín Lutero clavara sus estridentes demandas en la iglesia de Wittenberg, habían surgido por toda Europa, eventualmente llegando hasta Norteamérica, iglesias separatistas crecientemente reaccionarias y fundamentalistas. La Iglesia Católica reacción al profundo cuestionamiento de la Reforma sobre su hegemonía con un esfuerzo ferozmente sistemática por purgarse de toda infección pagana (demoníaca, mágica e idólatra) herética: una de las acusaciones más serias de la Reforma (Tarnas, 1990, 238). El cambio en la actitud de la Iglesia hacia la astrología fue sorprendentemente rápido; la Reforma había golpeado duro y los príncipes de la Iglesia estaban muy asustados, por primera vez en cientos de años. En 1585, sólo quince años después de la muerte del Papa Pablo III (que mantuvo un profundo y duradero interés por la astrología) Sexto V sacó la primera bula papal prohibiendo la astrología judiciaria (los astrólogos incluso habían comenzado a hacer predicciones para la Iglesia!). La segunda bula en 1631 amplió la primera y la astrología,, que había coexistido con la Iglesia durante siglos fue tachada de herejía en términos nada ambiguos (Campion 1989, 78; Whitfield 2001, 163). Consiguientemente los textos herméticos, incluyendo aquellos sobre astrología judiciaria, magia “natural” neoplatónica, alquimia y Kabbala fueron censurados en tanto se vinculaban ya no con una forma divina de sabiduría antigua sino con el paganismo, la idolatría, y asociación con los demonios. Se prohibieron todos los modos de adivinación y la astrología perdió rápidamente su lugar en los centros de enseñanza (Couliano, 1987, 202-3). A finales del s. XVI, por decreto papal, la enseñanza de la astrología judiciaria se eliminó de las universidades italianas, tendencia que culminaría con el cierre de la última universidad con cátedra de astrología en Francia en 1770. Los astrólogos, temerosos tanto de la excomunión como de la acusación de herejía (que implicaba sentencia de muerte cierta), comenzaron a renunciar a la astrología.

En el siglo XVI, tanto en la Europa protestante como en la católica, las llamadas brujas se cazaban y quemaban en números alarmantes; una histeria conformada por la misma estrechez que engendró la destrucción puritana de las imágenes religiosas: “En ambos casos la víctima fue la fantasía humana” (Couliano 1987, 91). En 1600, el mundo de la enseñanza fue sacudido por la ejecución mediante fuego de Giordano Bruno, un filósofo hermético que tuvo el coraje de defender su visión de un universo infinito. En Inglaterra, el otrora venerado Dr. John Dee fue tachado de brujo y sufrió la destrucción de su famosa biblioteca a manos de la turba del pueblo. Destruida su reputación, murió en la pobreza y el desconocimiento, y sus considerables contribuciones técnicas, matemáticas y de navegación se descartaron mayormente. Galileo fue juzgado por la Inquisición, no porque fuera un defensor de la ciencia, sino porque osó argumentar contra la doctrina de la Iglesia de un “universo amurallado”. Incluso Newton mantuvo en privado sus experimentos alquímicos “porque tenía una cabeza sobre sus hombres y prefería que permaneciera allí” (Ibid., 81). Hay que recordar también que todos estos hombres se consideraban, ante todo, devotos cristianos.

El re-descubrimiento del hermetismo abrió una profunda bifurcación en el mundo europeo. En una dirección hay una apertura hacia la imaginación, hermosamente explicada por Marsilio Ficino; la otra era hacia la adulación y culto del orden ideal. Al final, los sueños utópicos concretos empujaron a los hombres a una búsqueda fútil de un sistema físico perfecto que, fantaseaban, podrían controlar si tan sólo pudieran descubrir sus leyes. Cuando las leyes de la gravedad de Newton determinaron que las fuerzas físicas causales entre la Tierra y los planetas eran despreciables, se rompió irrevocablemente la relación cósmica entre los cielos y la Tierra. El impacto que los movimientos puritanos tuvieron sobre este periodo fundamental fue enorme; el paisaje psíquico así como la topografía social se transformaron dramáticamente. Cualquier cosa imaginaria o mítica se asociaba con idolatría o superstición: los dos lados de la misma moneda puritana. La represión de la facultad humana de la imaginación forzó una estricta confianza en la primacía de aquello que podía cuantificarse, esto es, “lo real”. El único valor cualitativo aceptable era aquello que era o bien “correcto” o “errado”. Una vez más, la Verdad quedó predeterminada por la autoridad, eclesiástica o científica; la visión individual era o subjetiva o demoníaca. Como la metafísica fue separada de la física, las únicas fuentes relevantes de conocimiento eran o bien científicas: empíricas o verificables, o basadas en interpretaciones estrechas y literales de la Biblia. Los “puritanos”, tanto religiosos como no religiosos, comenzaron a elevar el principio mecanicista por encima de una creencia en el creador que había inspirado la búsqueda de sus leyes. Más notablemente aún, la comprensión del alma cambió, la poética conectiva del alma devino una abstracción (es decir, no real) y el mundo de la naturaleza viviente se volvió un muerto mecanismo causal. Para muchos la vida se volvió des-animada; vacía y carente de significado“

Leer el artículo íntegro aquí

domingo, 2 de enero de 2005

La palmera transparente, por Mario Satz

Acabo de añadir en la sección de Artículos de Interés del Centro, La palmera transparente de Mario Satz. Se incluyen allí dos fragmentos: La iluminación & el retorno y La cebolla y el valor del símbolo.

Palmera

"-Cada palabra procede-aclaró Menashe Albatel-de una anterior y va hacia una tercera, pero los símbolos son como las cebollas: crecen en la oscuridad y a medida que los pelas revelan más y más capas. De tal manera que las líneas de fuerza, las tenues líneas estructurales que ves en cada nivel se reflejan en las siguientes. Por ello, y si comprendes bien el juego de las alusiones obtendrás, como con la cebolla, un alimento de usos múltiples. Las palabras son, por regla general, bidimensionales. Los símbolos polifónicos."